AMBICIÓN A LA LUZ DE LA LUNA La obra más personal de ROBERT E.HOWARD

«Todo es fútil… todo ha acabado, encended pués la pira…

El festín ha terminado y las lámparas expiran»

 

El 11 de junio de 1936, Robert Ervin Howard, el más grande escritor de aventuras fantásticas de los pulp, maestro e inspirador de casi todos los autores de género y admirado desde entonces por una legión inagotable de lectores en todo el mundo, «salió de la casa, entró en su auto (un Chevy del ’37) que estaba aparcado en el garaje, elevó las ventanillas y se disparó un tiro en el cerebro».  Estas últimas son palabras de su padre, el Dr. Isaac Mordecai Howard en carta a H.P.Lovecraft varios días después.

Su muerte, con 30 años, en la época en que comenzaba a ser conocido como escritor y era buscado por las editoriales, alcanzada la cumbre de su maestría como narrador, nos privó de un futuro de maravillas no escritas sobre las que hoy podemos especular; y gracias -en parte- a textos recogidos en esta selección, disponemos de información  suficiente para hacerlo.

Ambición a la Luz de la Luna y otros textos autobiográficos es en mi opinión -y sin miedo a equivocarme-, el libro publicado (no sólo en España) que mejor puede acercarnos a la vida de Robert E. Howard.  Porque se trata de su propia obra; son sus palabras y no las de otro las que nos describen y muestran sus sentimientos, sus neuras (que las tenía, y no pocas), sus pensamientos, amistades, ilusiones de escritor, su inagotable pasión por los libros («puedo decir con confianza que ningún hombre, por maduro que sea, ha amado más la lectura que yo.  Tenía que leer todo lo que llegaba a mis manos, y eso hacía…»). Una obra única, imprescindible para el estudioso o interesado en su vida (también su muerte), gracias a la excelente selección -y traducción- de escritos personales realizada por Javier Jiménez Barco, uno de los mayores entendidos no ya en su obra, sino en cualquier publicación pulp realizada en los USA de aquella época.  Y gracias también a GasMask Editores, una de esas pequeñas editoriales indepen-dientes que tanto están haciendo por revitalizar la literatura de género, en este caso -y sólo por el momento- dedicada al ensayo.  Más tarde volveremos sobre ello.

Presentación de la obra en Málaga.  Con  Miguel Ángel Wolfville, su editor, y el que suscribe

Lo que nos ofrece este libro de GasMask Editores, es un amplio conjunto de escritos personales propios del autor tejano, cartas a y de editores o contertulios de género (H.P.Lovecraft, E.Hoffman Price…) que nos trasladan sus ilusiones y sueños; perfiles autobiográficos remitidos a revistas donde describe su vida y la de sus antepasados, pioneros en la conquista de Oeste americano y referencia indudable de muchos de sus personajes; y la novela Post Oaks and Sand Roughs, en la que vuelca, con simples cambios de nombre poco sofisticados e identificables con facilidad, su propia juventud y entorno, sus amistades, los muchos trabajos para salir adelante, los sueños, sus esperanzas y esfuerzos, continuas desilusiones y rechazos, las alegrías de un relato aceptado… No es una gran novela -ni por asomo-, pero contiene información relevante, impagable, sobre su vida de adolescente hasta los 22 años aproximadamente. También sobre su carácter y personalidad (de múltiples facetas, según E. Hoffman Price), y momentos o rasgos que traslada -quizá de forma inconsciente- a sus personajes:

Un ejemplo: hacia el final de la historia (1928), narra cómo a través de un amigo consigue un trabajo de contable en Renwood.  Éste le advierte que su jefe es un verdadero cerdo, un mal bicho que se aprovecha sexualmente de las chicas a quienes contrata, que han de consentir porque necesitan el trabajo.  Steve Costigan (él mismo, con el nombre de uno de sus personajes posteriores) se presenta muy elegante (siempre vestía desaliñado), con su mejor traje y con corbata, una hora tarde. El jefe, un personajillo rechoncho y cruel, con aires de superioridad, comienza a darle un sermón sobre compromiso, responsabilidad con la sociedad, donde ya surge la confrontación entre civilización y barbarie… el escritor le oye, con paciencia, hasta que no puede soportar más y salta sobre él.  La escena recuerda inevitablemente a esa otra al inicio de La Reina de la Costa Negra, cuando Conan es detenido y un juez pretende que traicione a sus compañeros con un sermón de similares características; el bárbaro atiende paciente aunque sin comprender; hasta que le amenaza con cárcel de por vida si no colabora, y él se rebela, ataca a los guardias que le retienen, recupera su espada y la hunde en el cráneo del juez, antes de iniciar el camino hacia Bêlit.  El escritor no llega a tanto… pero casi.

El relato Ambición a la Luz de la Luna es, para mí, el mejor de cuantos contiene la selección; una verdadera joya descriptiva, en la que se perfilan muchos aspectos, expresiones y contenidos de sus historias de aventuras, ciudades fantásticas, demonios antiguos, destellos sombríos, sueños de acero y fuego, tronos de oro, topacio y zafirosHoward y dos amigos exponen de noche, a la luz de la luna, sus deseos y ambiciones, los sueños etéreos de una vida deseada («Quiero jugar con lo desconocido y atreverme a tentar la ira de los dioses antiguos»). Con un final excepcional, de regreso a la realidad.

En Acerca de la lectura… y la escritura, Howard realiza un recorrido completo por sus aficiones literarias; y aunque confiesa ser «bastante limitado en mis gustos», a continuación presenta (pg.326) una extensa lista de autores que admira y lee con fruición, lista que coincide sin duda con muchas de las preferencias del grupo Barsoom en facebook.  También -algo que sabíamos- Howard se confiesa aquí un apasionado de la Historia, y ferviente defensor de la documentación y el realismo en sus relatos («No hay para mí trabajo más concienzudo que reescribir la historia con apariencia de ficción» pg.346).  Hay numerosos ejemplos de ello en sus escritos, pero animo al lector apasionado a comprobarlo conmigo en el post que en su día publiqué en estas mismas páginas tras la relectura de La Sombra del Buitre: Sonia la Roja. Ficción e historia real en la obra de R. E. Howard.

Sorprende, por lo inesperado, la defensa apasionada que realiza de Safo de Lesbos («la poetisa más grande que haya vivido jamás» pg.331).  Y esto nos lleva a analizar dos de esos clichés atribuidos al autor y obra, machismo y racismo, que gracias al contenido de esta selección (y pese a no ser esa la intención que persigue), permiten desmontar el tópico con facilidad, utilizando sus propios escritos:

Machismo. Es verdad que en muchos de sus relatos la mujer asume un rol de sumisión y dependencia de un varón.  Pero esa era la realidad de la época en que se ambientan sus escritos.  No se debe caer en la falsa tentación de analizar obras de casi cien años atrás con una mentalidad de hoy día; hay que ponerlas en su contexto y situación real. Y pese a todo, Howard demuestra en muchas ocasiones una mentalidad abierta, en cierto modo adelantada a su época.  No ya en su admiración por Safo antes comentada; en Post Oaks and Sand Roughs cita con tono peyorativo «¡Los derechos de las mujeres!» cuando comenta la explotación económica y sexual que sufren unas chicas contratadas sin otra posibilidad que la de someterse.  Y no hablemos ya del papel de sus personajes femeninos más famosos: Sonya «la Roja», de Rogatine, en La Sombra del Buitre, Valeria en Clavos Rojos, o Bêlit en La Reina de la Costa Negra; incluso Yasmina en El Pueblo del Círculo Negro, mujeres indómitas y guerreras, luchadoras incansables, con personalidad, que defienden su posición y derechos propios.  Por no hablar de Agnès de Chastillon, apodada «La Negra» aunque también pelirroja, quien en el S. XVI reniega de asumir su papel de sumisión a un marido impuesto de forma drástica, antes de convertirse en La Espadachina; un personaje bien desarrollado, escrito en primera persona para resaltar sus sentimientos, en tres relatos que no lograría vender en vida a ningún editor (¿por adelantados?) pero que sirven de inspiración a creaciones posteriores, como Jirel de Joiry, de Catherin L. Moore.  Otras escritoras de género como Leigh Brackett, Jessica Salmonson y Nancy Collins se declaran también admiradoras del personaje.

Racismo.  Howard utiliza la raza como elemento diferenciador entre sus personajes, simplifica rasgos raciales y estereotipa clichés habituales de entonces como causa de motivación, choques entre culturas diferentes, enfrentamiento de grupos raciales que enmascaran aquel otro entre civilización y barbarie; pero nunca lo usa como elemento de supremacía de un grupo sobre el otro. No olvidemos cómo en más de una ocasi´n define raza avanzados en la antigua Atlántida a seres de piel oscura, mientras los de piel blanca son una raza inferior. Tampoco se puede negar que en varios relatos iniciales, en especial de terror, sus expresiones sean claramente racistas vistas con ojos de hoy. Pero no se debe trascender la época.  Y Howardun hombre de su época, era también un hombre con muchas facetas (E .Hoffman Price), y en constante evolución, reflejada en sus personajes (según comenta la experta en su vida y obra Patrice Louinet).  Así, Solomon Kane, puritano inglés, en Sombras Rojas, se hace «hermano de sangre» de N’Longa, un brujo africano. Conan comparte 3 años de su vida no sólo con Bêlit, sino con una tripulación negra; no debió ser mala su relación cuando, con el transcurrir del tiempo, se reencuentran y algunos de esos negros no dudan en apoyarle y seguirle de nuevo (La Hora del Dragón).  Podría citar varios episodios similares, pero para mí resulta concluyente su discurso (en carta a H.P.Lovecraft, pg.343) sobre Bran Mak Morn, el personaje con el que más se llegó a identificar; su interés era tal que le hacía «sentir descontento con mi apariencia nórdica y, si al crecer me hubiese convertido en el hombre que deseaba ser, ahora sería bajito, robusto, de miembros largos y fuertes, ojos negros, frente baja, mandíbula recia y cabellos negros y rizados…».

Nunca sabremos con certeza las razones reales que escondía su mente para decidir el suicidio.  Pero si en algún libro editado es posible encontrar pistas con las que hacerse una idea es éste, a partir de las muchas citas sobre el suicidio en sus escritos, la carta a August Derleth un mes antes (pg.357), o las confesiones de su padre, que lo intuía (en carta a Lovecraft tras el fallecimiento, pg.373).

De lo que sí estamos seguros es que no fue, como señala Lyon Sprague de Camp en su biografía Dark Valley Destiny (serializada en varios números del fanzine Weird Tales de Lhork, y publicada por Dolmen en 2005), porque quería a su madre con una devoción exagerada, prácticamente indicando que tendría dependencia de ella.

Nada en los escritos de Howard indican o dan pie a tal elucubración.  Cariño sentía por ella, pero igual por su padre (del que sospechaba que tampoco sobreviviría, tras la conmoción).  Pero no dependencia.  Tampoco se intuye algo así en One Who Walk Alone (1986), biografía de Novalyne Price Ellis en su relación con REH (no está traducida, pero sí la película El que camina solo, de 1996, con un excelente Vincent D’onoffrio como Bob Howard y Renée Zelwegger como Novalyne).  En ella, sí, Price describe a la madre como posesiva, protectora en exceso para con su hijo frente a cualquier “lagarta” que pudiera quitárselo (no está en casa, no puede ponerse, está trabajando…), pero no así Bob, quien la contradice y se opone -con suavidad- sin hacerle caso.  

También queda claro en esta edición de GasMask que la decisión de suicidarse no fue fruto de un impulso, en un momento concreto de debilidad, sino meditada, decidida con antelación, incluso pospuesta en varias ocasiones. Su padre lo intuía; le había dejado pistas suficientes, y estaba preparado para frenarle cuando su madre muriese; no casi dos días antes del óbito (en carta a Lovecraft).  Se equivocó.  Como dice textualmente: Bob Howard «nunca tuvo intención de ver morir a su madre».

Ya he dicho que Ambición a la Luz de La Luna, la selección de textos y cartas de Robert E. Howard que realiza y traduce Jiménez Barco, es su libro más personal, pues sin ser autobiografía, resulta la fuente más fidedigna a la que acudir para conocer al autor, ya que, salvo excepciones que la enriquecen, él mismo fue quien la escribió.

   Para terminar, permitidme unas palabras sobre GasMask Editores, una de esas pequeñas editoriales independientes que merecen el más grande de los respetos por el trabajo que realizan con precisión y seriedad, en este caso desde Málaga. Un proyecto personal de los hermanos Miguel Ángel y Javier Villalobos, centrado -por ahora- en el campo del ensayo. Las siete obras publicadas hasta el momento son reflejo nítido de una política editorial inteligente, basada en el trabajo pausado y la calidad de sus contenidos, que -como vaticiné cuando les conocí- deberá conducirles al éxito.  La presente obra sobre R.E. Howard, unida a las anteriores sobre H.P. Lovecraft y Arthur Conan Doyle, conforma un trío de ases impagable de autores clásicos del género.  El resto de su producción no le anda a la zaga (podéis acceder pulsando aquí, o la imagen de sello de abajo).

Un consejo: seguid su pista.  Aún nos tiene que dar muchas alegrías (y mi boca sigue sellada).