Un Mago de Terramar

Por IGNACIO PLATERO

Aún estaba en el instituto cuando leí Un Mago de Terramar por primera vez. Recuerdo que mi perplejidad era constante página tras página. Si bien no tenía la chispa ni el ritmo de Howard, mi autor favorito por aquel entonces, sí que me cautivó su tono melancólico y pausado, sobre todo por lo alejado que estaba de los esquemas de la fantasía que acostumbraba a leer. Agradecí el cambio de registro y la ausencia de las razas típicas: elfos, enanos, bárbaros y orcos.

El estilo era también un soplo de aire fresco, que al igual que a las embarcaciones que surcan los océanos interminables de Terramar, te movía a seguir leyendo hasta el final. Si bien el ritmo era lento, se compensaba con la brevedad del relato. Si acaso los magos no eran tan carismáticos como Merlín o Gandalf, poco tenían que ver con los clichés que ya conocemos los viejos lectores del género.

Mapa de Terramar, por Lyam Davis

Terramar es un archipiélago rodeado de agua. No caben grandes épicas ni ejércitos multitudinarios enfrentándose. No se mencionan otros continentes tampoco… bueno, si se sugiere algo presente en el incierto oeste, donde moran los muertos y los dragones. La protagonista es la magia, con elementos taoístas, unida al valor del aprendizaje.

 

Lo mejor de la historia está en las resonancias del viejo lenguaje y los símbolos: La sombra, la niebla, el fluir de las aguas, los pájaros… Si bien en la épica clásica el enemigo es exterior, vemos que el principal enemigo de Ged es él mismo. Es una historia fantástica con estructura de cuento, aunque la autora se recrea describiendo de forma realista algunas escenas, lo cual genera un peculiar contraste. Hay también más motivación por madurar que en enfrentar a una némesis, y más reflexión que acción. Los dragones temen más la palabra que la espada, y los magos rara vez usan la magia, si pueden evitarlo.

Estas contradicciones hacen que la historia se mueva también a la sombra de un género encasillado y menospreciado en su época, e igual que su personaje principal, tiene la intención de crecer más allá del niño y el joven adulto, para apelar a alturas más literarias.

Digno de mención es que algunos de los elementos más exóticos de Le Guin, se volvieron mainstream posteriormente, como el entonces novedoso concepto de la escuela de magia.

Reseña e impresiones de LAS DOCE MORADAS DEL VIENTO de Úrsula K. Le Guin.

Por DANIEL HENARES

Alejandro Colucci

Estos relatos funcionan como forma de conocer, de forma superficial pero extensa, la ingente obra de Úrsula K. Le Guin. Contiene historias pertenecientes a sus dos ciclos principales, Ekumen y Terramar, y otras independientes.  Formando un grupo, si bien dispar e inconexo, que no baja el nivel de calidad ni produce sensación de incoherencia. Por poner un símil gastronómico, este libro sería más como una comida de degustación, donde se prueba un poquito de cada cosa, aunque el cocinero sea el mismo.

Personalmente, lo he disfrutado mucho. Al leer a esta escritora arbórea, como ella misma se define, uno tiene la sensación de conocer una mente hermosa: inteligente, sensible, llena de delicadeza, de serenidad. Me ha seducido su personalidad, sus ideas anarquistas, su feminismo sensato, su sentido común en cada comentario o relato. Todo ello hace que lamente su pérdida de verdad, no como un nombre en las noticias, sino sintiendo su desagradable peso. Una voz razonable se ha extinguido en un mundo de Donalds Trumps y dictadores norcoreanos, lo cual lo hace aún más triste si cabe.

Los relatos que contiene este volumen doble se enmarcan en los géneros de ciencia ficción y fantasía, a veces uniéndolos en una misma historia como ocurre en el primero, El collar de Semley.

Todos merecen la pena, aunque considero un poco insustancial La caja de la oscuridad, aunque su introducción es muy tierna. Yo me quedaría con Abril en París, El poder de los nombres, Dirección de la carretera, éste último me parece una delicia en cuanto a originalidad y buen oficio de escritor, y sobre todo Los que se alejan de Omelas.

Quisiera hacer mención aparte a este último, el cual me parece una metáfora tan afilada de nuestra realidad, que, por un momento, parece rasgar nuestra falsa complacencia para darnos cuenta de que este reino fantástico no es más que un reflejo de nuestra sociedad, que no se sustenta en su desgracia particular, sino en la de millones de personas, con sus rostros, sus tristezas y recuerdos.

No me voy a poner a dar la chapa, pero es un relato impactante y del que podrían nacer muy provechosas reflexiones. Se lo recomendaría a todo el mundo, en especial a unos cuantos políticos.

Mi conclusión es que seguiré leyendo a esta mujer, siento especial interés por Los desposeídos, La mano izquierda de la oscuridad y el primer libro de Terramar. Seguro que merecerá la pena. No solo por la belleza de sus historias o de su estilo, sino por las ideas tan valiosas que despliega y que, para mí, son los mayores tesoros de la ciencia ficción y la fantasía: plantearnos nuestra realidad desde otra óptica, relativizar y buscar alternativas a nuestra forma de vivir y organizarnos. En definitiva, intentar comprendernos a nosotros mismos y, cómo no, mejorar.

Sin bien al arte en su totalidad busca incidir en nuestra conciencia como un método de autoconocimiento, en ocasiones el género fantástico es su punta de lanza, su vanguardia. Y eso es gracias a escritoras como la que nos ocupa en este momento.

Para terminar, solo dejar una recomendación revoloteando en el aire, al menos hasta que el viento la recoja y suavemente la devuelva a su morada.

Omelas

Omelas, Kyle 7-7  en Devianart

Ursula K. Le Guin para principiantes: LAS DOCEMORADAS DEL VIENTO (1975)

Por CARLOS DÍAZ LAGUNA

Carlos de Miguel

No es ningún secreto que todo lector constante tiene en su haber una serie de hábitos literarios (a veces una amplia gama) adquiridos a lo largo de años consagrados al incomparable placer de pasar páginas. El gusto por lo ritual eleva la experiencia lectora a los altares de lo sagrado: hay quien encuentra gozoso leer en el transporte público, hay quien lee escuchando cierto tipo de música, hay quien va alternando géneros, están aquellos que jamás abren un libro a no ser que forme parte de una trilogía o algo peor… Yo, por mi parte, desde hace muchos años y cuando se trata de un autor de ficción con cierta trayectoria al que me enfrento por primera vez, tengo la costumbre de empezar por alguna antología de relatos cortos (siempre, claro, que el autor en cuestión tenga relatos cortos en su haber). Nada como las distancias pequeñas para adentrarse en lo desconocido; por eso, cuando Manuel Berlanga, alma mater del Club de Lectura de Literatura Fantástica en Málaga, nos propuso dedicarle un homenaje a la recientemente desaparecida Ursula K. Le Guin, no me lo pensé dos veces y escogí Las doce moradas del viento de entre todas las obras que se propusieron. Jamás antes había leído a Le Guin, ergo antología de relatos. Nuestro compañero del Club de Lectura Daniel Henares también se decantó por este libro, y ha escrito un hermoso artículo para el presente Homenaje.

Las doce moradas del viento recoge de manera cronológica una selección de cuentos publicados a lo largo de una década, lo cual siempre viene muy bien a los maniáticos amantes del orden cronológico como yo y a los analistas literarios que suelen incluir en sus reseñas frases del tipo “La presente selección permite estimar la evolución estilística de la autora…”, o alguna de sus variantes. Y si bien realmente se puede apreciar una mejora entre el último relato de la antología (El día antes de la revolución, sentido cuento acerca de la senectud) y el primero (El Collar de Semley, una historia de amor, y no menos de vanidad), ya desde el segundo relato me asaltó con claridad la imagen de una creadora originalísima: Abril en París es una historia de viajes en el tiempo (¡a través de la magia negra!) que deviene en gratificante celebración de las relaciones personales. Al igual que casi cualquier puntal del género a partir de la segunda mitad del siglo XX, Le Guin se sirve del hecho fantástico para explorar las profundidades de la condición humana, pero de una manera íntima, a veces melancólica, alejada del cinismo de algunos de sus colegas de letras. Así, en la presente colección podemos encontrar parábolas sobre la necesidad de compañía (Abril en París), la búsqueda del yo (Un viaje a la cabeza), la intolerancia y la persecución de las ideas (Los maestros y Las estrellas en la roca), la dificultad o imposibilidad de entendimiento (Más vasto que los imperios y más lento), el egoísmo (el acongojante Los que se alejan de Omelas)… y luego está, cómo olvidarlo, el relato de un árbol contado por él mismo (Dirección de la carretera), una elección del punto de vista narrativo muy audaz, y lamentablemente poco practicado.

Cada lector tendrá sus relatos favoritos de la antología, así que yo no soy nadie para mostrarme categórico, aunque es probable que los más redondos sean precisamente los dos últimos, Los que se alejan de Omelas (inolvidable cuento de terror moral, como muy bien lo definió Dani Henares en la última sesión del Club de Lectura) y El día antes de la revolución.  Yo voy a subir tres a mi particular podio: Cosas, sosegado relato que se desarrolla en un ambiente preapocalíptico, dotado de una singular melancolía; El viaje, parablemente la historia sobre drogas alucinógenas más romántica jamás narrada; y, quizá sobre todos ellos, Nueve vidas, un relato acerca de la clonación que, gracias a un giro de la trama, se convierte en un estudio sobre la soledad y el aislamiento. Una paradoja manejada de manera magistral, una sensibilidad privativa de los grandes talentos del género fantástico.  Chapó, señora Le Guin.

EL OJO DE LA GARZA, de Úrsula K. Le Guin

por PEPA ARANA RUÍZ

Dentro de la dilatada trayectoria de la autora estadounidense, El ojo de la garza suele considerarse como  una de sus obras menores.

El relato está situado en el planeta Victoría, al que unos doscientos años atrás llegaron dos naves de la Tierra, transportando al exilio a unos miles de delincuentes, con un perfil que podríamos describir como violento. Un siglo después llega una tercera nave que transporta dos mil integrantes del Pueblo de la Paz, un movimiento pacifista que los gobernantes de la Tierra no ven con buenos ojos, ya que están en un periodo de guerras sobre el que no se ofrecen detalles.

En Victoria, los primeros colonos han fundado una ciudad, donde rige un régimen aristocrático fuertemente patriarcal, que curiosamente tiene como máxima expresión tecnológica la de la época medieval, lo que hace, de alguna manera, similar el desarrollo técnico y social. Las costumbres de este grupo, ya asentado en el planeta, desplazan a los nuevos al entorno rural de la ciudad, el Arrabal, donde viven sometidos políticamente a la ciudad, sin representación ni opción de tenerla; casi como si fueran vasallos medievales.

Una parte de los habitantes del Arrabal tiene la intención de fundar una segunda colonia en un valle lejano, lo que es considerado como un desafío por el poder establecido, que se niegan  siquiera a discutir la cuestión con los líderes campesinos.

Se produce, evidentemente, un fuerte choque entre dos conceptos diferentes de interpretar la convivencia: por un lado  la ciudad, la imposición violenta (definida como “masculina”) de su postura; por otro, el Pueblo de la Paz, tiene como base ideológica la resistencia pasiva y la desobediencia civil  (curiosa la mención a líderes terrestres de esta tendencia como Gandhi o Martin Luther King)

Justo en medio de este conflicto está Luz Marina Falco, la sin duda protagonista de la historia, con ideales feministas que no casan con el modo de vida de la ciudad. Luz, tras conocer a Lev, uno de los líderes campesinos, se decide a tomar una postura más firme que le hace romper con todo y huir buscando una vida nueva y mejor. Desafortunadamente, la novela no termina de decidirse sobre dónde centrar su atención, lo que termina por afectar al ritmo de la narración: hay escenas que podrían haber sido cruciales en un segundo plano que no se termina de entender. Pero la traslación del protagonismo a mediados de la novela entre Lev, y Luz (por otra parte la hija del poderoso consejero Falco), resulta tan patente que convierte la breve novela en casi dos historias que a veces dan la impresión de correr paralelamente.

Es innegable la preocupación de la autora por el papel de la mujer en la sociedad (ya reconocida en otras obras), y por el conflicto de la interacción entre sociedades con concepciones diferentes de la convivencia, aspecto sin duda muy influido por sus conocimientos de antropología.  También queda muy clara su postura política (apoyo al anarcopacifismo), ya que da la sensación de no esconder sus simpatías por los arrabaleros.

EL NOMBRE DEL MUNDO ES BOSQUE una novela de Úrsula K. Le Guin

por LAURA MORALES PERALES

Nos encontramos en Athshe, un planeta lleno de árboles donde se encuentran tres colonias procedentes de la Tierra; el objetivo, explotar uno de sus recursos más valiosos, la madera, que se vende a precio de oro en el planeta azul, debido a la desaparición de los árboles y, en consecuencia, de la mayor parte de las especies vivas de la misma.

Sin embargo, este planeta no se encuentra carente de vida inteligente, una especie de humanos de color verde que vive en armonía con la naturaleza, desde el punto de vista de los colonos jamás duermen y no son violentos. Como es costumbre de toda especie invasora, los terráqueos los toman como mano de obra para construir sus colonias.

Durante la historia destacan tres personajes, el primero, Server, uno de los athshianos, y capitán de la revolución de los pobladores natales del planeta, para luchar contra los colonos. Éste sufre la humillación por parte de Dadvison, alto cargo militar y dirigente de uno de los campamentos colonizadores, cuyo comportamiento y pensamiento se basan en un total convencimiento de su propia superioridad sobre el resto de personas que lo rodean. Sus pensamientos psicóticos, racistas y casi delirantes, le llevarán a una confrontación que roza la obsesión por defender aquello en lo que cree sobre el bien común.

En un punto casi intermedio, encontramos a Lyubov, un científico cuya misión es comprender el resto de culturas que conforman el nuevo lugar donde se encuentran y poder establecer vínculos de comunicación, así como realizar un estudio sobre los indígenas del lugar y enviar los informes a la tierra.

La historia es un entramado con una única línea, la lucha por la dominación de un territorio, por parte de los recién llegados y la resistencia de los que allí viven por conservar su forma de vida, quedando impresos en ellos unas nuevas costumbres y formas de actuar que, hasta entonces, no conocían. En ella queda latente el miedo hacia lo nuevo y lo desconocido, el subestimar a otras especies considerándolas inferiores y con el derecho a tomar todo aquello que no les pertenece, por el simple hecho de creerse superiores a todo lo demás, sin importar las consecuencias que estas acciones conlleven al planeta o a sus habitantes.

Esta novela puede tener dos lecturas, una desde el contexto histórico, ya que toma como base la colonización de América, donde los indios fueron masacrados, esclavizados y expulsados de sus tierras; y, desde otro lado, la denuncia del miedo hacia todo y la resistencia al cambio, el uso de la fuerza para ocultar la propia ignorancia de la persona y llevar unas creencias hasta sus últimas consecuencias, fruto de la rigidez mental y la falta de interés hacia un mundo que nos rodea: diverso, multicultural y lleno de riquezas, donde la comprensión y la paz serían posibles siempre que ambos bandos estuvieran de acuerdo en entenderse y tolerarse mutuamente, siendo la estupidez humana aquella que pone de manifiesto la falta de sensibilidad y la incapacidad para adaptarse a nuevos entornos y conservar aquello que los mantiene vivos.