PRÍNCIPE VALIENTE. 1943

Finaliza el arco argumental situado en las tierras de la Escocia actual.  Valiente, tras marcar le la estrategia a seguir al propio Rey Arturo, quien la acepta con la resignación de un padre bonachón, dirige una partida de jóvenes caballeros entre las filas enemigas que consigue, de nuevo con el ingenio, que normandos y pictos se enfrenten entre sí, venciendo al invasor sin desenfundar las armas (acción que contrasta con su supuesto odio y deseos de venganza por la tortura sufrida, al parecer refrenado con su victoria sobre Thundaar), tras lo cual, el joven vagabundea melancólico con el recuerdo de Aleta.  Tras una visita a los marjales de su niñez, donde la bruja Horrit vuelve a profetizarle aventuras y riquezas, pero no felicidad, acude a Merlín.  Serenado por el consejo de mago, regresa brevemente a Camelot, donde encuentra a un Gawain amargado, hundido en la culpa por su anterior abandono del deber, y bajo la influencia de Mordred (aquí su hermanastro) que ya conspira contra el rey.  Cuando presencia el enfrentamiento entre su amigo y Lancelot (supuestamente, al recriminarle su relación con Ginebra; pues según el autor, es el origen de los sucesos que más tarde provocaron el hundimiento del reino), decide solicitale licencia a Arturo para visitar su padre, y parte hacia Thule con su fiel escudero Beric.

REGRESO A THULE.

Después de varias aventuras contra una banda de asaltantes, llega a Londres donde embarca junto a Eric el Sajón y Ahab, un mercader tunecino.  Tras demostrar sus dotes de mando en el grupo de supervivientes del naufragio que sufren, alcanzan el fiordo de Trondheim, en cuya ciudad, Ahab, agradecido por el trato dispensado, le regala un valioso jubón con cota de malla de Damasco.  Cuando se entera que una gran partida de nobles encabezados por el rey Valgrind se dirigen a Thule a firmar un tratado, Val decide acompañarles disfrazado de trovador y dar una sorpresa a su padre.  Pero en el camino, en compañía de Beric y Eric el Sajón, descubre que todos los que marchan hacia el reino son soldados, incluso los criados, y se entera que en realidad pretenden apoderarse de las tierras de su padre, que ha debido desplazar la mitad de sus tropas al norte donde son acosados (por los aliados de Valgrind).  En la cena de bienvenida, antes de que tenga lugar la traición, Valiente captura al rey invasor y, con la ayuda de Erland, su viejo maestro, Beric y Eric el Sajón, a sus nobles y soldados furtivos, a quienes libera más tarde, a cambio de un sustancioso botín.

Durante su estancia en el reino, Eric el Sajón se enamora (o es forzado a hacerlo) de la joven (y manipuladora) Ingrid, quien consigue que el rey nombre a Eric caballero para poder casarse con él.  Mientras, Val ejerce de príncipe recorriendo sus dominios, y consigue reconciliar a los vikingos y berserkirs de sus tierras con el rey, y que éste -amante de la paz y el estilo de Camelot– levante la prohibición de ejercer el «comercio» marítimo que siempre fue su medio de vida, restaura la navegación y potencia el descubrimiento de nuevas tierras o rutas; pero a condición de no atracar en Inglaterra sino en son de paz, o se enfrentarían a su propio príncipe entre los caballeros de la Mesa Redonda de Arturo.

Cuando la calma regresa a Thule, Val se dedica a la caza por los exuberantes bosques del reino que un día será suyo.  En la última plancha del año (359), y tras sufrir un accidente con un ciervo, descubre en un arroyo a una joven rubia que le devuelve el recuerdo de Aleta, reina de la Isla de las Brumas.  Dejamos a un Val dolorido, que acepta la invitación a casa de la joven cazadora.

A destacar.

  • Aunque no se trata de algo característico de este volumen sino general a la obra, llevo tiempo queriendo destacar la inmensa expresividad de los rostros que dibuja Foster, quien, con gestos estereotipados de enorme calidad les hace reflejar la expresión que desea trasmitir al lector: la condescendencia divertida de Arturo, esa profundidad en Merlín (pese a media barba chamuscada), la naturalidad serena de Val junto a la indolencia de Gawain, o ese gesto taimado de Mordred que transmite y contagia a un Gawain desconfiado bajo su influencia.

Anécdotas.

  • Son varias las propuestas ucrónicas que Foster realiza en sus historias.  Aparte de entremezclar vestimentas y enseres, incluso construcciones, de diferentes periodos de la Edad Media (sin que rechinen ni desentonen, y conseguir que todo parezca natural), destaca el descubrimiento accidental de la pólvora que hace Merlín, por culpa de Val, en una pasaje no exento del buen humor(y media barba chamuscada) que caracteriza al autor.
  • No dejan de ser curiosos ciertos fallos de continuidad que aveces sufre Foster de una semana a otra, sobre todo en temas de dibujo (le hubiese venido bien cierta labor de «script«, como en el cine).  Resulta llamativo el que sucede entre las planchas 339 y 340, cuando navegan a bordo de una pequeña embarcación y aparece el Kraken.  En la última viñeta de la primera, encontramos a Val medio desnudo, desarmado y cubierto sólo de una pequeña túnica en su cintura, con un amenazador tentáculo gigante a su espalda; en la plancha siguiente, cuando lo esquiva, aparece completamente vestido, hasta el cuelo, con botas altas y ciñendo la Espada Cantarina.
Curiosidades.
  • En la plancha 330, Foster cambia el encabezado característico de la serie hasta el momento (título en banda superior, flaqueado por la imagen fija del rostro sonriente de Val a un lado, y a su izquierda otro personaje o aspecto relacionado con los hechos que narra), por otro más reducido, sin imágenes, en el extremos superior izquierdo de la lámina, con lo que consigue aumentar algo los dibujos de los dos tercios restantes.  Tras siete semanas de errático diseño y dificultosa lectura secuencial de las viñetas (que obliga en ocasiones a numerarlas para poder ser seguidas), se estabiliza y recupera el diseño base de 3×3 viñetas, si bien, a partir de entonces, abundan los dibujos a doble -incluso cuádruple- tamaño, en casi todas las páginas.
Artículo.
  • «El Neomedievalismo», de Pablo Kurt Rettschlag Guerrero.  Sobre el término acuñado en inicio por Umberto Eco y utilizado para definir la asociación de Edad Media y fantasía popular, realiza un recorrido sobre diversos aspectos de la obra de Foster que se asocian al mismo: su recreación no siempre científica del medievo, enriquecida con elementos fantásticos extraídos del imaginario popular, a través de la arquitectura, vestimentas, maquinaria bélica, enseres cotidianos, y los numerosos componentes mitológicos o fantásticos que el autor intercala en sus historias, a veces tratados desde un punto de vista racional, otras sumergido en ellos por completo.  Una visión interesante de la obra en conjunto.

 

 

PRÍNCIPE VALIENTE. 1942

EL LARGO VIAJE DE VAL.

Continúa el largo periplo del Príncipe de Thule lejos de Camelot.  En el mismo Estrecho de Gibraltar, a bordo del Drakar de Boltar (personaje carismático, que se convierte en uno de sus grandes compañeros de aventura), ayudan a un barco en peligro y su capitán, como recompensa, les indica un lugar en el Sur (África) donde pueden encontrar grandes cantidades de oro.  Así, iniciando una posible ucronía (una constante que se repite en muchas aventuras de Valiente), se adentran en una ruta poco conocida para la época donde redescubren la Isla de los Canes (las Canarias, en la imagen de abajo), atraviesan las costas del Sáhara hasta la desembocadura de un gran río (posiblemente en el actual Senegal, o tal vez Gambia).

Foster se luce en el dibujo de una vegetación tropical abundante y frondosa, así como en la introducción de imaginativas traslaciones de criaturas de fábula: dragones (cocodrilos), ogros (gorilas), unicornios (rinocerontes), serpientes que superan árboles (jirafas) o monstruos descomunales de colmillos gigantescos (elefantes), magníficamente recreados en la imaginación y miedos supersticiosos de unos hombres del siglo V, tan utilizado después, por ejemplo en muchas de las adaptaciones de Conan a los cómics por Roy Thomas y John Buscema, discípulo evidente, y maestro a su vez.

Regresan cargados de oro, atravesando sin detenerse las costas de España (por aquel entonces aún hispano-romana, con los primeros asentamientos visigodos), el cabo Finisterre y el golfo de Vizcaya hasta la Galia, donde paran a avituallarse.  Allí, por casualidad, Valiente descubre que el señor del castillo tiene prisionero a Gawain, por el que pide un rescate.  Solicita a Boltar su parte del oro y lo libera, pero el traicionero Gyu de Haakon envía a sus hombres a detenerlos más tarde, con la intención de solicitar un nuevo rescate por ambos.  No sabe que Boltar y sus hombres lo imaginan, y recuperan el oro, e incendian el castillo antes de hacerse a la mar; pero Valiente y Gawain han huido a pie, y deben realizar el regreso a casa por el interior.  Su viaje da pie a Foster para narrar diversas aventuras donde hace gala de su fino humor en el duelo entre Sir Kilos y Sir Desnutrición, resalta la galantería de Gawain con las damas, y el gran ingenio de Valiente para solventar situaciones, como la encerrona en la conquista del castillo de Sir Hubert, que convierte en victoria de los sitiados.  Destaca también el episodio de La Torre Negra, donde el autor hace gala de un estilo preciosista y la recreación de un ambiente ominoso a base de sombras y claroscuros, que tanto ha influido después en muchos otros autores; a mí me ha traído al recuerdo el Black Dragon de Claremont y John Bolton, cuya imagen de James Dunreith recibe sin duda la inspiración (tal vez inconsciente) del Sir Givric de Foster.

Tras cruzar Bretaña hasta el Canal de la Mancha, alcanzan el castillo del rey Bors, donde se reúnen con su hijo y buen amigo, Sir Lancelot.  También con Boltar, a quien han puesto precio (demasiado bajo, según él) por pillaje.  Valiente media en la disputa, y Lancelot condena al vikingo a llevar a éste y Gawain sanos y salvos a Inglaterra.  Así, tres años después de su partida (debe tener 19), Val regresa a Camelot, donde es recibido con alegría.  «Despidámonos de la paz y el orden.  El Principe Valiente ha vuelto» bromea el Rey Arturo.  Pero tras el banquete que se celebra, le encarga una misión:

EL MURO DE ADRIANO.

Valiente deberá viajar al norte, donde los normandos se han aliado con los pictos y preparan una nueva invasión, y comprobar la situación de la gran muralla que tiempo atrás construyeron los romanos para contenerlos (el Muro de Adriano).  Con ello se inicia un nuevo arco argumental, en el que Val se infiltra entre las líneas pictas, pero es capturado por éstos y torturado por los normandos de Horsa hasta casi la muerte.  Será rescatado en última instancia por Gawain (arrepentido de no haberle acompañado como debía y preferir una vida disoluta) y llevado a Camelot, donde informan al Rey Arturo, quien reúne un ejército y marcha con él al norte.

Me gusta destacar la figura de Julián, el inmortal, creada por la fértil imaginación de Foster: tras la retirada romana del muro, más de 40 años atrás, Julián, un centurión herido que no pueden transportar es dejado a cargo del muro hasta el regreso de unas tropas que nunca volvieron.  Sin embargo, el centurión se recupera y cumple con el encargo montando guardia a diario en la muralla, misión que traslada a su hijo, y éste a su vez al suyo.  Todos los primogénitos se llaman Julián y mantienen la vigilancia a diario, por lo que los supersticiosos pictos lo conocen como «el inmortal» (una historia inspirada sin duda por The Phantom -el Hombre Enmascarado-,  creado por Lee Falk en 1936, otro de los personajes clásicos de la historieta y pionero del cómic de superhéroes).

Val se recupera en Camelot (entre las atenciones de las damas solteras) a tiempo de alcanzar las tropas de Arturo antes del enfrentamiento con los normandos.  En el camino, da otra muestra de su ingenio (y el talento de su creador) facilitando la toma del castillo de un señor que ha saqueado el avituallamiento de las tropas.  Los dos ejércitos se vigilan.  Cuando llega, Val presencia un duelo entre campeones de ambos bandos, que vence el normando Thundaar.  Impulsado por su insolencia y el odio hacia quienes lo han torturado salvajemente, el joven desafía al campeón normando.  La última plancha del año, con 12 viñetas, recoge el combate entre ambos y el triunfo de Valiente, quien corta de un tajo la mano de su enemigo que empuña el hacha.

NOTAS SOBRE LA EDICIÓN:

  1. Quiero resaltar -no lo he hecho antes- los artículos complementarios que preceden a las planchas del cómic en todos los volúmenes de esta edición de Planeta.  En los cinco primeros tomos, de Beatriz C. Montes, Doctora por la Universidad de Tours, y Profesora de la Universidad de la Rioja, nos ha acercado con brillantez a la figura de Hal Foster, en comparación a la de su creación El Príncipe Valiente, con el que establece de forma acertada numerosas similitudes.  Volverá más adelante.  En este sexto tomo, Pablo Kurt Rettschalg Guerrero, Licenciado en Filología Clásica, Profesor de Cultura y Lenguas Clásicas, realiza un extenso artículo sobre Europa en la Edad Media, donde transcurren las aventuras del personaje.

PRÍNCIPE VALIENTE. 1941

1941 es, para Valiente, un año de viajes.  Si en álbumes anteriores la historia giraba alrededor de un elemento común, en un sitio concreto, en éste también, pero dispersa a lo largo de muchos sitios y lugares alrededor del Mediterráneo.  De igual forma, en cuestiones de imágenes, no hay una que destaque especialmente sobre el conjunto por su grandiosidad, magnificencia; al contrario que en años anteriores, en 1941, Foster apenas dibuja viñetas de gran tamaño (sólo una, a dos tercios de página), aunque todas ellas sean pequeñas obras de arte, que compone un muestrario diverso, un catálogo extenso de maestría y realismo en vestuario y paisajes, islas, naves y puertos, con el mar, esas aguas maravillosas en continuo movimiento que tan bien compone su creador, como eterno protagonista.

El Mar se erige en estas páginas en el nexo de unión de un largo periplo que conduce a Val desde Nápoles, donde lo dejamos en el volumen anterior, alrededor del Mediterráneo.  Capturado por los piratas y condenado a galeras, consigue huir hacia el Mar Egeo.  En una de sus islas, al borde de la extenuación, será salvado por una visión de ensueño, un rostro que jamás va a olvidar: Aleta, Reina de las Islas de las Brumas.  En la siguiente imagen, cuando despierta, ella ha desaparecido y se encuentra de nuevo en el la barca en medio del mar.  Y por más que intenta encontrar la isla de las Brumas, no podrá conseguirlo.  Así, en sólo dos viñetas y envuelta en misterio, olvidada a continuación como si no tuviese importancia, nos presenta Hal Foster al personaje que mayor influencia tendrá en la vida futura del Príncipe Valiente, demostrando una maestría en el guión, una planificación de la historia, sólo comparable a la de sus dibujos.

En el Egeo, en una de sus islas de ensueño y leyenda, con un modelo de vida tranquila y casi onírica, un joven como Val, de 17 años (a pesar de cuanto ha vivido hasta entonces), olvida a Aleta y podría quedarse a vivir allí para siempre.  De no aparecer en su vida Angor Wrack, el Rey del Mar, el mismo que poco antes le hizo esclavo y arrebató la Espada Cantarina.  Dispuesto a rescuperarla, se hará con un barco pirata con el que alcanza el puerto de Jaffa, en Jerusalén (donde el autor nos presenta un muestrario de lugares famosos de la cristiandad).

  Y de allí parte tras el pirata, a través del desierto, a Damasco, Bagdad o Siria. Y cuando le da alcance y recupera la espada, revive la historia con su primer dueño y termina luchando codo a codo junto a su enemigo y se sacrifica por él, para permitirle salvar la vida.

Capturado y vendido como esclavo, consiente en trabajar como tal para el nuevo poseedor de la Espada Cantarina, que rescatará utilizando a su hija, a quien seduce con técnicas aprendidas de Gawain.  Libre de nuevo y con el arma en su poder, en su regreso tendrá un contacto con la magia de Belsatán (magia poderosa que el autor no rehuye, pero que suaviza utilizando un tono humorístico en su tratamiento).  Ya en Jerusalén, dirime con Angor Wrack la propiedad de la espada, y termina como invitado y amigo del pirata.  De vuelta al mar, y tras un nuevo paso como capitán de un barco pirata, alcanzará por fin la Isla de las Brumas y a Aleta, de quien reniega -engañado por hechos que desconoce- al considerarla reina de un pueblo despiadado y cruel.

 En el Pireo encuentra el Drakar de un vikingo, Boltar, pirata también envuelto en ropajes de honrado comerciante, quien se ofrece a conducirlo a su tierra.  Y así, haciendo la vista gorda a sus actos de pillaje y saqueo, atraviesa todo el Mediterráneo hasta Gibraltar, bajo cuya roca en la última viñeta despedimos el año 1941 de Príncipe Valiente en los días del Rey Arturo.  Un año intenso en aventuras y viajes lejanos, y nuevos personajes que marcarán el futuro de este joven aventurero, que ha cumplido los 18 años en su trascurso.  Por delante le queda toda una vida de más aventuras, que nosotros disfrutamos de la mano de un maestro como Hal Foster.

 

PRÍNCIPE VALIENTE. 1940

Era mi intención realizar esta crónica anual de Príncipe Valiente en los días del Rey Arturo de forma continuada, siguiendo igual ritmo de publicación de la obra por Planeta, un año cada crónica, un álbum por semana…  Pero se me ocurrió suscribirme a la misma… y parece que la Editorial no cuida suficientemente a los clientes que elegimos esta forma de adquisición, quizás porque nos considera seguros…  El caso es que hasta hace una semana no he recibido los volúmenes; eso sí, seis de golpe (más unas láminas de viñetas a gran tamaño que son una maravilla). Podía haberlo seguido con ediciones anteriores, pero he preferido esperar y utilizar viñetas con su color actual.  Intentaré ir recuperando terreno y ponerme al día cuanto antes..

Para encabezar el año 1940 he dudado entre dos viñetas, la que veis arriba, en plena batalla contra los Hunos que dominan centro-Europa, y la partida hacia esa campaña entre vítores de los ciudadanos liberados de Pandaris (curiosamente, ambas incluidas en el set de láminas que se entrega junto a la suscripción).  Me he decidido por la primera, por lo composición abierta que presenta, y porque reúne características similares a las ya comentadas en entregas previas: grandiosidad, acción , naturalidad, y una ingente cantidad de figuras en movimiento (entre 50 y 60 fácilmente distinguibles) en una viñeta de tamaño reducido en comparación con otras anteriores (1/3 de página).  Por ese motivo, no voy a extenderme más en su descripción, que podéis comprobar vosotros mismos.

Respecto al contenido, son varios los arcos argumentales que encontramos en el álbum dedicado al año 1940, de forma secuencial:

  • La batalla y victoria sobre los Hunos que hasta entonces campaban invencibles por Europa, en una campaña liderada por Valiente, junto a sus amigos Gawain y Tristán, en la que participan guerreros de todos los reinos de Europa; y donde Hal Foster reproduce la misma estrategia que en 1066 desarrollara Guillermo el Conquistador en la batalla de Hastings, donde Inglaterra cayó ante los normandos.  La profusión de imágenes de la batalla, las cargas en cuña de la caballería y el inmenso despliegue de elementos que dibuja son grandiosos.

  • La partida de los tres caballeros de la Mesa Redonda hacia Roma, tras el asentamiento de los nuevos defensores del paso, vanguardia de la reconquista contra los Hunos tras demostrar que no son invencibles, en la que Valiente hace gala de su humanidad en el episodio del Gigante que reproduce la portada del álbum.

  • La llegada y posterior huida de la ciudad eterna, tras conocer y ser testigos de su asesinato por cuestiones políticas, de Flavio Aecio, Magister Militum del Imperio Romano de Occidente, por parte del emperador Valentiniano, celoso de sus victorias y el fervor popular del que goza, y que sitúa históricamente las aventuras de nuestro héroe en el año 454 d.C. Acusados de ser ellos quienes dan muerte al gran general, los tres caballeros deberán abandonar Roma, cada uno por separado y una ruta diferente.  Valiente parte hacia Nápoles, atravesando de cerca el humeante cráter del Vesubio, para terminar el año embarcado, en mitad de una gran tempestad, entre codiciosos marinos.

Continuaremos en breve con otro año.  Mientras tanto, disfrutad de las viñetas (si no lo hacéis ya con la propia obra).

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PRÍNCIPE VALIENTE. 1939.

Se hace difícil elegir una sola viñeta, de entre todas las publicadas el año 1939 en la serie Príncipe Valiente en los días del Rey Arturo.   Pero, puesto que me impuse esa misión yo mismo, cumplo con ella y elijo la Fortaleza de Andelkrag.

Durante ese año Hal Foster narra diversos hechos significativos, protagonizados por Val, muchas de cuyas ilustraciones magníficas merecen encabezar esta entrada:

  • Los sajones de Horsa pretenden invadir el país, y se concentran cerca de los pantanos donde el Rey de Thule vive en el exilio.  Val los descubre, y regresa a Camelot para avisar al rey, y diseñar la estrategia de defensa.  La imagen de la carga de los caballeros de la Mesa Redonda contra los sajones es de una fuerza impresionante.
  • El nombramiento de Val como caballero, por el propio Rey Arturo, en el propio campo de batalla anterior, cuya victoria se debe en gran medida a la actuación del Príncipe Valiente y los hombres de su padre.
  • Como pago, a sus servicios, Aguar solicita de Arturo una de las naves capturadas, con la que regresar a Thule y recuperar el trono usurpado por Sligon.  Una vez conseguido, y tras un tiempo en la corte, Valiente decide abandonarla y se lanza a recorrer los caminos como caballero errante.  Aquí tiene lugar uno de los episodios más fantásticos de la serie, cuando busca cobijo en una cueva habitada por una bruja, quien le embauca para que se adentre en su interior, donde se debe enfrentarse a un viejo; éste no es otro otro que el Tiempo, en persona, y cuando le vence, Val queda convertido en un anciano, pero recobra su juventud al beber de nuevo el vino de la bruja.

  • En una taberna de los caminos, Val recibe la noticia de la caída de Roma y que Europa se encuentra en poder de los hunos.  También oye la historia de Andelkrag, la inconquistable, donde su rey Camorán ha reunido a cuanto aman la belleza, las artes y las hazañas nobles, y resisten victoriosos al asedio de los hunos.  Tras abandonar el lugar y conocer la peste roja, atraviesa las montañas y alcanza la fortaleza (en algún lugar del sur de la actual Alemania, o Suiza), donde se une a los sitiados hasta su destrucción final por los hunos.  La ilustración de Val contemplando la fortaleza de Andelkrag sitiada, que encabeza la entrada, o la de la batalla sobre sus almenas, son ya imágenes clásicas, representativas del arte magnífico de Foster.

  • Como único superviviente de Andelkrag, Val conoce a Slith, un pícaro descarado, con el que hostiga a los hunos que encuentra a su paso, utilizando técnicas de guerrilla.  Pronto reúne una partida de 300 valientes, cuyas hazañas atraen a caballeros de todas las tierras: Valentiniano envía a 500 jinetes desde Roma; el rey de España, un millar de visigodos; también desde Bretaña llegan dos caballeros errantes: sus amigos Tristán y Gawain, con quienes participa en varias batallas.  Sin embargo, la liberación de la ciudad de Pandaris no se logra con ejércitos y batallas, sino -una vez más- gracias a su ingenio y arrojo individual, que consigue el levantamiento de su población frente a los hunos.  Las imágenes interiores de edificios de la ciudad al claroscuro son impactantes, como la viñeta que cierra el año, la noche de terror en que sus habitantes, ya libres, dan caza a los invasores hunos a la luz de las antorchas.

De entre tantas ilustraciones, cada una obra de arte (todas las imágenes adjuntas se amplían al picar sobre ella), he escogido La Fortaleza de Andelkrag porque contiene como pocas la grandilocuencia e inmensidad del trabajo magnífico de su autor.  No voy a repetirme describiendo de nuevo su excelencia, la profundidad de campo en planos sucesivos, sus juegos de sombras, el detallismo, o la naturalidad de sus figuras; el impresionante movimiento que transmite en una imagen estática…  Pero no puedo dejar de citar la grandiosidad de acción que supone la introducción y dibujo de innumerables «extras» (esta vez, me niego a contarlos, muchos cientos), como en una película de De Laurentiis, o tratada por Industrial Light & Magic, de Lucasfilm…  solo que a mano, y 50 años antes.

¿Alguien duda aún por qué tantos admiramos la obra del maestro Foster?

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